Si algo es difícil de conseguir en Brasil, al menos en las ciudades que visité, es Wifi gratis. A veces parecen gratis, están liberadas al menos, pero cuando te conectás te piden que llenes un registro online, con mail y todo. Si en tu desesperación accedés, te encontrarás con que el wifi va a 1 byte por hora o directamente no funciona. Esta carencia wifiesca más la falta de tiempo complicó la actualización de la cobertura, pero vamos con el repaso de lo que atestiguó este móvil entre el 18 y el 20 de junio en Belo Horizonte.
Belo Horizonte, o bé agá para los amigos, es una gran ciudad que puede ser una muy grata sorpresa especialmente para el turista desprevenido como yo, que cayó un poco de casualidad. Bé Agá tiene lo mejor que puede tener una ciudad: edificios diseñados por Niemeyer, espacios verdes generosos, lindas iglesias, barrios de casas bajas para darle el toque de color local y mucho más! Además, durante la copa y a diferencia de San Pablo, en BH sí se respira ambiente mundialista. Tal vez porque está más concentrado, pero casi cualquier lugar que se visite estará decorado con casacas verdeamarelhas y banderitas de Brasil, y la gente presente estará viendo el partido por intrascendente que este sea. Tan es así que tuve dificultades en encontrar lugar para ver los partidos en la plaza Savassi, que es como un palermo de BH, más ahora que está llena de extranjeros.
Para evitar aglomeraciones me retiré a un local de comidas rápidas de nombre xodó donde niños obesos comían panchos y helados al mismo tiempo y cantaban algunas canciones del mundial como chi chi chi le le le, que luego completaban erróneamente con «chile-chile». Ahí tenía wifi, pantalla grande y sanguche de frango con muzarella y aceitunas a 6 reales . Perfecto.
La muy difundida práctica en Belo Horizonte de remontar barriletes. En este caso, terrenales
Ahí vi a España, en la inevitable agonía de una selección que alguna vez me aburrió pero que también ayudó a promover el paradigma ofensivista que disfrutamos en este mundial. También vi a Chile, la sorpresa no sorpresa. A Costa Rica, la recontra sorpresa (en BSM radio me sentí muy atrevido al decir que eran un lindo equipo que podía sacar algun que otro empate…). A Holanda con Robben en modo terminator cuando es un esqueleto. A Italia y a Inglaterra yendo para adelante y perdiendo. A Uruguay con su fútbol espantoso y efectivo. Bueno, lo que vieron todos.
Sin dudas lo peor del viaje fue el encuentro con entidades argentinas. Se sabe que el argentino de viaje suele ser particularmente desagradable, siempre quejándose por cualquier cosa, paranoico y queriendo demostrar la grandeza del ser nacional en cualquier pelotudez. Eso, llevado a un mundial se exacerba. Ya antes de los problemas en Savassi, me había topado con un par en un colectivo que me preguntaron «¿la negra estaba hablando mal de nosotros, no?» en referencia a una señora que hablaba con el motorista sobre los argentinos. La respuesta fue que no, que en realidad la señora, equivocadamente, hablaba bien de los argentinos. Esa paranoia está muy presente en la turba de nabos que llegan a Brasil con la idea de que la rivalidad va más allá de lo deportivo, que la pelea con los brazucas no tiene descanso y que hay que mostrarles que los argentos somos los más vivos del mundo. Ese personaje insufrible, uno de los más pelotudos de la historia de la televisión, que es el periodista canchero de las publicidades de Olé es el fiel reflejo de la mente térmica, cerrada y precisamente forjada por años de lectura de ese diario deportivo nefasto, que abunda en la invasión argentina. La verdad es que ya cuando alguien dice «argento», sabés que es irrecuperable.
En el bar argento se mira la novela brasileña
Por lo que me dijeron aquí es igual con muchos brasileños, y es posible, pero en lo que respecta a los turistas en el mundial, esa onda de venir a copar la parada en vez de participar la veo sólo en los argentinos y en los chilenos, que lamentablemente tienden a imitarnos en estas giladas. Tal vez los colombianos sean iguales en Venezuela o los americanos en Francia, ponele, pero no tengo forma de saberlo. Yo mientras tanto seguiré escapando de mis connacionales barras wannabe hasta que no haya otra alternativa.
La definición del «argento que se cree vivo» no podría ser más acertada. Es uno de los puntos negativos de este mundial: la cantidad de argentinos insoportables que copan Brasil.