Se sabe que en el fútbol argentino, hace unos años se suspenden los partidos ante una agresión verbal discriminatoria de las hinchadas. Esto resulta imprescindible para comenzar a terminar con estigmatizaciones y segregaciones. Pero reflexionando un poco más allá, fíjense la paradoja que se trasluce en todo esto.
El sistema cultural intenta combatir lo peor de sí mismo, pero claro, utilizando las herramientas que tiene disponibles, que son parte de ese sistema y que en definitiva, terminan consagrando aquello que intenta combatir.
Se suspende un partido cuando se escuchan las palabras “judío”, “boliviano”, “paraguayo”. Pero no son insultos. Es cierto, se utilizan en un contexto en el cual su función es volverse insulto, y como tal resultan discriminatorias. Pero lo fascinante es que la intención democrática y antidiscriminatoria termina aportando una razón cultural para que ya nadie dude que “judío”, “boliviano” y “paraguayo” son insultos. Y en definitiva, que un judío, un boliviano y un paraguayo son pasibles de ser discriminados. No las formas denigrantes como pueden ser “bolita”, “paragua”, sino los gentilicios en sí mismos. Sucede lo mismo que ha sucedido con la palabra “hijo” de la fórmula “hijo de puta”. Fíjense que para insultar sin decir malas palabras se dice “H de P”, borrando la palabra hijo, y como tal, entendiéndola como mala palabra. O lo que sucede con las palabras terminadas en “ano”, que resultan groseras por su rima con “mano” (!!) en la fórmula “agarrámela con la mano”.
Entendamos lo perverso de esta operación. Nadie suspendería un partido porque una hinchada le dice “alemanes” a la otra. Esto es así. ¿Y por qué no? Porque los alemanes, pensará nuestro sistema cultural, no son agentes pasibles de ser discriminados, y entonces, no se entiende este gentilicio como una discriminación. De hecho, nunca se suspende un partido en que empiece a cantarse «el que no salta es un inglés». Ahora bien, otros gentilicios si son discriminatorios. Es el sistema cultual y hasta sus partes más nobles y bien intencionadas los que clausuran este sentido, lo fijan y lo dejan para siempre inamovible. Por esto, decirle boliviano a alguien es insultarlo, pero no solo por lo que hacen las hinchadas, sino por la solución que encuentran el Estado, la AFA, el Coprosede o quien sea. Repetimos, es inevitable, hay que suspender los partidos cuando pasa esto, porque es intolerable, pero eso no nos exime de pensar en la paradoja que encierra aceptar que son insultos palabras que no lo son, lo cual también es discriminar, o al menos prolongar los estereotipos.
Y esto nos lleva a otros casos que refuerzan nuestra idea, que curiosamente no son motivo de suspensión de partidos, pero que sí son discriminatorios. Decirle “puto” a alguien sí es un insulto: es denigrar su condición de homosexual. Decirle a alguien que “tu hermana revolea la cartera y tu vieja chupa pijas por ahí” es discriminación de género, es denigrar la condición de mujer. Ahora bien, ¿por qué no se suspenden los partidos en estos casos? Porque, de nuevo, los que son realmente discriminables son el boliviano, el paraguayo y el judío.
O el negro, otro caso de suspensión de partidos. Pero ¿qué pasa con la autoidentificación de las hinchadas como “negros”? ¿Eso sí está bien? ¿Porqué uno sí y otro no? ¿Y qué piensan que pensará un hincha boliviano de Boca? ¿Le molestará más que le digan boliviano o que le suspendan el partido que fue a ver porque en Argentina se piensa que ser boliviano es un insulto? ¿Y estará mal cantarle a Deportivo Paraguayo que son de Paraguay? Lo digo en serio: ¿hasta dónde llega lo relativo cuando en términos absolutos la palabra paraguayo no es ni debe ser por ningún motivo considerado un insulto?
El problema, y la solución (inevitable y deseable, por lo pronto, repetimos) son parte de un sistema cultural discriminatorio hacia los judíos, hacia los negros, hacia personas de otros países más pobres que el nuestro. Fíjense lo peculiar de cómo se llama a bolivianos o peruanos en la televisión, en las noticias: “ciudadano de origen boliviano”, “ciudadano de origen peruano”, porque decir boliviano o peruano da cosa. En Argentina sentimos que esas palabras insultan. No van a escuchar una noticia hablando de un “ciudadano de origen austríaco”. Decir austríaco está bien. Decir peruano es insultar.
Repetimos que nos parece que deben suspenderse los partidos ante estas manifestaciones, pues en el contexto en que se dan, tienen la intención de insultar, pero queremos recalcar lo curioso y patético de cómo en ese mismo acto se consagra y fija el hecho de que debamos considerarlos insultos. Y más cuando pensamos que ni puto ni puta, que sí son insultos discriminatorios, son considerados suficientes para que la parte políticamente correcta de nuestro sistema discriminatorio, haga algo.
Muy buen el posteo. Pregunto ¿Cuando algunos argentinos cool dicen «argento» por argentino se están autodiscriminando?, porque a mi me suena a bolita, paragua, brazuca, chilote, peruca, sudaca. ¿Qué cosa no?.
Interesante. Creo que además debería reverse lo de suspender el partido: Las hinchadas ahora son conscientes de la eventual suspensión y la aprovechan. Cuando el partido se les pone en contra, empiezan con cantos discriminatorios para así «enfriar» el partido. Es decir, utilizan el supuesto castigo como una ventaja…
Impresionante!
Toda la razón, lo raro es que no hay una solución lógica.
Brillante. Tal cual, la lógica se cae a pedazos para solucionar la cuestión.