Argentina salió campeona del Mundial de Futsal. Eso. Ya está.
Pero ahora que ya tengo su atención, querido lector, déjeme hablarle del que hemos denominado «el deporte más alternativo del universo». Ya lo hablamos un poco en el programa del lunes de Bola Sin Manija (que puede escuchar acá) pero siempre es mejor si queda por escrito. Porque me ahorra tener que pensar otro tema para este post, que encima ya empecé a escribir y en el que ya anuncié que iba a hablar del deporte más alternativo del mundo.
Yo pensando. Y dolorido, parece.
Estamos hablando ni más ni menos que del Eton Wall Game o juego de la pared de Eton (en castellano y con menos mayúsculas en el segundo caso, por una decisión totalmente arbitraría mía que mucho se parece a un error). Este tradicional juego está considerado (por nosotros) como el deporte más alternativo del mundo ya que es tan alternativo que no sólo es alternativo a los deportes alternativos, sino que se pasa y no se queda en ser un deporte tradicional. Es como un ángulo de 450 grados pero que no es igual a uno de 90 o de 270. Algo imposible de explicar o imaginar según todos los criterios matemáticos actuales. Y creo que tengo fiebre.
El juego de la pared de Eton se juega en un sólo lugar del mundo. Más precisamente, en el King’s College of Our Lady of Eton, un tradicional college (en inglés en el original) que curiosamente se encuentra en Eton. Trate de decir esa frase lo más rápido que pueda. Es bastante fácil, ¿vio? Y aun más precisamente, en el único campo de juego del mundo, una franja de tierra de 5 metros de ancho por 110 de largo (o 110 de largo y 5 de ancho, como prefiera) que sobre uno de sus laterales tiene una pared ligeramente curva, erigida en 1717 por motivos desconocidos (para mí). Este campo es conocido como «The Furrow».
A la derecha la pared, a la izquierda el Furrow. Al centro, jugadores que probablemente ya estén muertos.
El juego tiene algunas similaridades con el rugby, aunque también tiene sus diferencias. Más que nada, diferencias. Los partidos se disputan entre dos equipos que tienen el objetivo de llevar la pelota hasta la zona de anotación de sus rivales, en los extremos de la pared. Este área se conoce como «caix». La puesta en juego se hace mediante lo que se conoce como «bully», que consiste en poner la pelota contra la pared, formar un scrum contra la misma y tratar de que la pelota salga y le caiga a un jugador del equipo propio, arrastrándose contra la pared, ya que no se puede sacar el balón hacia atrás. El método para hacerse con la pelota consiste en empujar a los rivales con el cuerpo, tirarse contra estos y hasta usar los puños para hacer palanca contra sus caras y tratar de sacarlos de su posición contra la pared. No está permitido pegarse puñetazos ni agarrar la remera, porque hay que tener límites en la vida. Por supuesto, es habitual que los jugadores que están contra la pared terminen con raspones, golpes, moretones y ensangrentados. Pero el cuello de las remeras sin estirar por los rivales. Esto dura dos tiempos de 30 minutos.
Bully. Es posible que ya haya algún cadáver.
Pero vamos a lo que importa: los puntos. Para conseguir un «shy», que vale un punto, un jugador debe lograr sostener con su pie la pelota contra la pared dentro del «caix» rival y uno de sus compañeros debe apoyar su mano sobre esta y gritar «Got it!». Cuando esto pasa, el arbitro debe decir «Given» y ahí les dan un punto. Hay más posibilidad de error que en un lanzamiento de la NASA, considerando la cantidad de cosas que deben pasar para que se otorgue el punto.
Una vez que el punto es given, el equipo que ataca tiene la posibilidad de convertirlo en un goal, que vale nueve, sí, NUEVE puntos. Para esto, deben ejecutar un tiro y pegarle a… bueno, depende de qué lado estén atacando. Si lo hacen para allá, le deben pegar a un árbol. Si es para ese otro allá, a una puerta de hierro que hay en el jardín. Porque esto será muy tradicional, pero la tradición está en la improvisación de todo.
Vale la pena contar que convertir un goal no es nada fácil. De hecho, en el partido más importante del año, que se juega todos los 30 de noviembre (a razón de uno por año) y por esto recibe el nombre de partido de San Andrés, no se convierte un goal desde 1909. Hay shies, por supuesto, pero no goals. Es más, la conversión de un goal en cualquier partido de los que se juega es todo un suceso. Tanto que la página de Wikipedia consigna que en un amistoso en mayo de 2016 hubo uno, como algo especialmente digno de mención.
Habiendo explicado todo eso, vayan unas imágenes para disfrutar:
Como comenté antes, el partido más importante del año es el del Día de San Andrés. Este se juega entre los King’s Scholars (la elite estudiantil) y los Oppidans (la plebe estudiantil). Es partido da comienzo con los oppidans tirando sus sombreros de estudiante por arriba de la pared y saltándola, como reto a sus rivales (esto se puede ver en la película). Porque si vamos a ser tradicionales, seamos bien pavos para serlo.
Bueno, con eso creo que hemos cubierto ya suficiente este tradicional, aburrido, poco emocionante, por momentos violento, emocionante cuando hay sangre, después aburrido de nuevo, después paramos a tomar el te y finalmente nos vamos a conquistar algún paisucho, deporte. Si quieren jugarlo, sólo necesitan una pelota, una cancha más parecida a Chile que a una de rugby, una pared de 1717 y un rey o reina para ser sus Scholars. Así que les diría que no, que no lo quieran jugar. Es demasiada complicación.