En las cercanías del Mundial de Fútbol de Brasil 2014, las protestas crecen más y más. En la FIFA nunca imaginaron que sería en Brasil donde encontrarían las resistencias más contundentes al negocio del fútbol. Si no pasó con los progres europeos en ninguna Eurocopa o en los Mundiales del 98 o 2006, no iba a suceder justo en Brasil, el pueblo que vive alegre haciendo chingui chingui con la pelotita a orillas del mar. Pues bien, lo subestimaron, y hoy el mundo habla de la Copa, pero también presta atención a lo que pasa con las manifestaciones, a qué tendrán para decir estos sudakas.
Ya sabíamos que la FIFA es nefasta y que el Mundial, antes que nada, es un negocio. Sobre todo de los medios de comunicación. Según datos publicados en la revista mexicana Zócalo, el Mundial de Sudáfrica 2010 tuvo 4mil millones de espectadores, y la final fue vista por televisión por 187 millones de personas. También señala que las ganancias que se prevén para Brasil 2014 rondan en los 4mil millones de dólares. Claro que estas ganancias difícilmente queden en Brasil, a pesar de las millonarias inversiones (¿gasto, en este caso?), que además se calculan en 11mil millones. De las ganancias, se calcula que un 60-65% corresponde a derechos de televisación, un 30-35% a publicidad y marketing, y el resto, si es que hay resto, a entradas para ver los partidos. Ya lo sabíamos desde que nos infiltramos en la UEFA y nos dieron documentos donde se veía claramente que la participación de la asistencia de las personas a los estadios es mínima en la torta económica que significa el fútbol y los comentamos en la radio. En este sentido, ¿podemos esperar que FIFA, UEFA o CONMEBOL se interesen por los espectadores que van a los estadios? ¿O debemos pensar que esto es secundario detrás de estas cifras? ¿Y qué podríamos decir de la violencia en este sentido? ¿No es preferible que la gente se quede viendo los partidos en su casa, viendo las publicidades en su televisor de plasma recién comprado?
Algunas experiencias nos muestran que otro fútbol es posible, y por lo tanto, otro mundo. Hemos hablado muchas veces de la NoFIFA Board, la organización que nuclea a naciones con una identidad cultural común o un sentimiento de pertenencia, y que se aleja del nivel de negocio que propone la FIFA o el tipo de reconocimiento de qué es una nación y qué no, que propone la ONU.
En las mismas protestas que se están sucediendo en Brasil también se proponen alternativas. No es solo como nos hacen creer los medios, que se trata de hordas que proponen el caos, ante una Dilma Roussef que no entiende el enojo de los brasileños. Claro que no lo entiende, era lo último que esperábamos del pueblo más futbolero, pero bienvenido sea como llamado de atención y como germen de generación, quizás, de ideas nuevas. Así, por ejemplo, tenemos el Comité Popular de la Copa del Mundo que se pregunta “Copa, ¿para quién?” y nos brinda datos contundentes y alarmantes:
Cual será el legado de la Copa del Mundo de 2014?
– 8 muertes en la construcción de los nuevos estadios de la Copa y 3 en otros estadios
– 250 mil personas desalojadas a fuerza de sus casas
– comerciantes y artistas independientes impedidos de trabajar
– explotación sexual de mujeres, niños y adolescentes
– violencia contra los indigentes
– la toma de espacios y calles públicas por empresas privadas
– elitización del acceso a los estadios de fútbol
– inversiones millonarias en armamento para la policía, para ser utilizado contra el pueblo
– leyes de excepción que sirven para criminalizar la protesta
y una enorme y cuestionable deuda que deberá ser paga por los ciudadanos
Asimismo, organizan durante pleno Mundial, una competencia alternativa en las favelas de Rio, como parte de sus protestas al excesivo gasto que lleva la organización que obliga la FIFA. Y señalan que “El Mundial es una excusa más para seguir con el modelo de negocio de la ciudad”
Las protestas se multiplican en todas las sedes, en las afueras de los estadios, en el metro, en los caminos, en un Mundial que se avecina y que además de no tener terminadas las obras, cuyo aceleramiento ha provocado muertes de obreros, nadie sabe cómo se desarrollará en este contexto.
Asimismo, Brasil está desplegando 30.000 soldados para proteger las fronteras y la seguridad interna para el Mundial. La Fuerza Aérea dispondrá la zona de exclusión aérea en los estadios durante los 64 partidos, y las fuerzas de control ya vienen actuando violentamente reprimiendo las protestas para que molesten lo menos posible a los turistas y a los ojos del mundo que deben ver a Brasil como siempre se lo mostró: un pueblo alegre que juega chingui chingui con la pelotita a la orilla del mar.
Fuera de todo esto, la paradoja nos alcanza a todos y todas, y supongo que incluso a quienes protestan hoy. Somos conscientes de estas contradicciones, de lo que significa el negocio y de lo injusto que es todo, pero como también dijimos, el Mundial es un producto fenomenal que nos va a atraer. La cuestión será en indagar por qué protestan quienes protestan, leer más allá de los resultados de los partidos, y tratar de disfrutar del juego por encima de las maniobras oscuras que supone un evento como el que se viene.