Sí, ahora es fácil y no hay selección en el mundo que vaya a rechazar jugar un mundial y menos en Brasil. Hasta pseudopaíses como San Marino o Saint Kitts and Nevis se anotan para participar (si se da una extraña combinación de resultados y atentados) en la máxima competición futbolística. Pero antes todo era bastante más complicado y si nos retrotraemos hasta el anterior mundial jugado en la tierra de la Iglesia Universal del Reino de Dios, encontraremos muchas inexplicables deserciones. ¿Pero se puede llamar deserción a lo que pasó con cierta selección británica en ocasión de las eliminatorias del mundial del 50? Ahora lo vemos y me dicen.
Como decía, en aquella época conseguir selecciones para jugar la copa era complicado, ya que todos parecían tener una buena razón para no ir a Brasil. Austria, por ejemplo, se retiró de la copa aduciendo que su selección era demasiado joven; India, en una de las deserciones más absurdas de la historia de la historia, se excusó del mundial porque no los dejaban jugar descalzos, como era su costumbre; Argentina, como ya mencionamos en otro post, estaba peleada con la CBF y por eso no iba a la fiesta; todos los países detrás de la cortina de hierro (mirando desde Occidente) también se habían bajado de la contienda quizás porque ahora el fútbol les parecía muy comercial. Incluso algunas selecciones que habían participado infructuosamente en las eliminatorias rechazaron la invitación que una desesperada FIFA les envió para rellenar el torneo. Francia, en cambio, primero aceptó la invitación, pero al ver que todos se bajaban supuso que debía ser por algo y obró de la misma manera. Diferente era el caso de las selecciones que estaban prohibidas por exceso de nazismo como Alemania o Japón (que por esa época tampoco pudo participar de la Copa América).
Ante tan oscuro panorama, la FIFA decidió apostar todas sus fichas en las selecciones británicas y les propuso una eliminatoria muy difícil de rechazar: 4 equipos (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda*), round robin a un solo partido y clasificación de los dos primeros. Es decir, el viejo e inefable British Home Tournament que se realizaba todos los años, sólo que esta vez también servía como eliminatoria mundialista. Las federaciones aceptaron gustosas pero George Graham, secretario de la Scottish Football Association, quizás incómodo por las extremas facilidades que la FIFA le daba para clasificar se autoimpuso una cláusula para tratar de darle algo de dignidad al asunto: Su selección sólo iría al mundial en caso de ganar el torneo. La FIFA aceptó la petición luego de morderse el labio inferior y se dio comienzo a las actividades.
Antes de comentar los pormenores de la competición, quisiera apuntar cómo era la situación futbolística de una de las selecciones de aquella eliminatoria, Irlanda (no es que sea muy relevante a los efectos de la historia central, pero es curiosa). Había dos federaciones que reclamaban para sí el derecho de organizar a la selección irlandesa. Una tenía base en Dublin y la otra en Belfast, pero las dos convocaban a jugadores de toda Irlanda. Las autoridades de la FIFA, hartas de tantas complicaciones, avalaron las dos federaciones, por lo que hubo dos Irlandas en esa eliminatoria, pero no una del norte y otra del sur o Eire. No, eran las dos la misma, representaban el mismo territorio, sólo que una era Ireland IFA y la otra Ireland FAI (no eran muy ingeniosos a la hora de inventar siglas para las federaciones). Durante esa eliminatoria, de hecho, varios irlandeses jugaron para ambas selecciones, sin poder clasificar con ninguna (a pesar de ser eliminada, la FIFA invitó a Irelanda FAI a jugar pero no quisieron).
En aquel torneo y por última vez, una selección irlandesa estaría conformada por jugadores de ambas Irlandas
Volvamos al torneo clasificatorio. Las primeras dos jornadas transcurrieron con mucha tranquilidad para los grandes favoritos, Escocia e Inglaterra, por lo que llegaban a la última fecha con 4 puntos cada uno. Inglaterra, a diferencia de sus pretenciosos amigos pollerudos, habían aceptado ir al mundial aún siendo segundos, por lo que llegaban al partido final ya clasificados. Para Escocia el panorama era diferente. Necesitaban por lo menos empatar para terminar igualados con los ingleses y compartir el primer puesto (antes no existía el goal average, que llegó después, con la revolución sexual). El segundo puesto, según su autoimposición, los dejaba afuera.
A partir de los antecedentes, el partido se presentaba bastante parejo. En los últimos enfrentamientos se habían vencido alternadamente por lo que no había un claro favorito, aunque Escocia tenía la ventaja de la localía.
Permítanme que vuelva a detenerme en otro detalle insignificante pero curioso. Escocia en aquel momento no contaba con un «Director Técnico» propiamente dicho, sino que tenía una especie de comisión formada por los dirigentes de algunos clubes que evaluaba y seleccionaba a los integrantes de la escuadra nacional. Según algunas crónicas, muchas veces se seleccionaban jugadores que ningún integrante de la comisión había visto realmente pero del cual tenían «buenas referencias». Pero esto habría que chequearlo.
El partido, como era esperable para un clásico decisivo, fue bastante trabado y aburrido. Sin situaciones claras de gol para ningún equipo, el cero se mantuvo hasta bien entrado el segundo tiempo, cuando el delantero Roy Bentley remató fuerte y burló la resistencia de Cowan, que alcanzó a manotear el balón pero sin poder evitar que ingresara apáticamente en el arco. Como posiblemente los nombres no les digan mucho, les aclaro que el gol fue de Inglaterra, que sin ninguna necesidad estaba ganándole a Escocia y dejándolo afuera del mundial. ¿La solidaridad británica? very well, thank you. Aunque también se puede decir que fue un ejemplo de deportividad y por lo tanto un lujo.
Pero si hablamos de lujo, tenemos que hablar de orgullo, y precisamente eso fue lo que traicionó a los escoceses. El partido terminó, perdieron y sin solución de continuidad los jugadores acudieron al despacho del señor Graham para rogarle que rectificara su posición y aceptara la propuesta de la FIFA de ir al mundial a pesar de quedar segundos. Pero no hubo caso, la palabra del señor Graham ya estaba empeñada y no iba a dar marcha atrás. Escocia estaba afuera del mundial.
Epílogo
La FIFA se quedaba entonces sin otro participante para la copa, que finalmente contaría con sólo 13 selecciones, una peor que la otra (pero también una mejor que la otra, visto desde la perspectiva opuesta). No obstante, quizás como burla del destino o como revancha, o como revancho-burla, Inglaterra sufriría en aquel mundial una de las derrotas más vergonzantes de toda su historia (y que a la postre -dessert- lo eliminaría del mundial), el 0 a 1 contra un equipo de Estados Unidos integrado completamente por jugadores aficionados al amateurismo y dirigidos tácticamente por Bill Jeffrey, un mecánico que se formó entrenando al equipo de la fábrica donde trabajaba y que era originario nada más y nada menos que de Edinburgh, Escocia.
Y ese es el mundial que gana Uruguay… vergonha
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