En nuestro libro Pequeños Gigantes (pueden verlo acá) dedicamos un capítulo al Deportivo Alcoyano, un club de la ciudad de Alcoy que actualmente juega en la segunda B de España famoso por su alta moral y espiritu deportivo, que ha dado lugar a la frase «La moral del Alcoyano». Pero no me voy a extender en este aspecto, ya que es la base del mencionado capítulo y ahí está mucho mejor contado de lo que puedo hacerlo yo.
Ahora bien, vale la pena traer a colación eso en referencia a lo que ocurrió hace unos días cuando se sortearon los 16vos de final de la Copa del Rey, el torneo magnoinclusivoyquecontradicciónqueeseso de España. Un torneo que bajo el augurio de una autoridad monárquica pretende enfrentar a ricos contra pobres, en una parodia futbolística de la Revolución Francesa o, más precisamente, de lo que pasa en las calles todos los días.
En este sorteo al humilde Alcoyano le tocó enfrentarse al Real Madrid de Callejón, Luka Modric y Michael Essien. Un sorteo que en otros equipos hubiera causado llantos, desesperación, protestas de que el fixture está armado, que todos le patean en contra al equipo y reacciones neutras (en aquellos que no estuviesen siguiendo el sorteo). Pero, ¿cómo reaccionó nuestro pequeño gigante? Así:
No, no se confunda, amigo lector acostumbrado a los Mourinhos, Carusos, Ramacciottis y yerbas similares. No son gritos de desesperación, llantos por la previsible (no segura) derrota; no es el sonido del dinero que se escapa ante la posibilidad de no pasar de ronda; y no son tampoco lamentos por el cercano fin de un sueño. Todo lo contrario: son gritos de alegría, una emoción cada vez menos asociada con el fútbol profesional. Es júbilo ante poder codearse, al menos por unos minutos, contra los jugadores de más renombre del fútbol mundial, como por ejemplo… esteee… Fábio Coentrão.
Un último detalle mágico: el catering ya estaba armado, había champagne, todo estaba listo. Nadie dudaba de que iba a haber algo para festejar.