puedo reir y cantar/ divertir a la gente/ y esperar a que todos estén completamente locos/ y ya no parezca tan divertido
puedo echarme a perder
o tener hijos como si ofreciera/ el más estupendo y bonito de los mundos posibles
puedo elegir mi destino/ aunque no sepa darle forma adecuada/ ni por dónde empezar
(Fragmentos del poema Como bola sin manija de Francisco Urondo)
¨Los cobardes mueren antes de tiempo, los valientes murieron antes de ayer¨ desafinaba esta tarde en mis auriculares Joe Crepúsculo y me dieron ganas de escribir unas líneas acerca de la selección y esta copa del mundo.
Bueno, terminó la aventura y hoy va entrando en nuestro pasado. Ya sé, ya se escribió mucho. Sobre el 0 – 4 de la despedida… hay que volver a decirlo: es fútbol, se gana y se pierde. Sobre el deber cumplido… diría que morimos con las bolas puestas; con las botas no, jugamos descalzos todo el mundial.
Me llevo la alegría (y la sorpresa después de unas eliminatorias paupérrimas) de haber visto nuevamente un combinado nacional que jugó con pasión, hambre de gloria y una apuesta arriesgada desde lo táctico (riesgo subrayado por las evidentes carencias para afinar dicha propuesta) y la elección de los intérpretes. Un conjunto desordenado, desmesurado y desequilibrado. Descontextualizado por su premisa lúdica y sus falencias en un ámbito hiperprofesionalizado y millonario. Que divertía e ilusionaba, que por momentos daba ganas de enamorarse. Que por sobre todo: daba ganas.
Y que todos sabíamos que estaba expuesto a perder (incluso con una paliza como la que nos asestaron los alemanes) y que dejando de lado lo anímico tenía serias fallas en su funcionamiento colectivo.
En fin. Felicitaciones alemanes. Gracias y suerte Diego. Gracias muchachos.
Volviendo a las fuentes. Decía Pappo: para ganar o empatar, prefiero sonreir.
Por favor, que no le saquen la pelota al Diego, que se nos muere.