La imagen era un tanto desoladora: un infante y su abuelo sentados en sendos cajones de manzanas, viejos sucios y rotosos. Una escena monocromática casi en su totalidad: las persianas de metal estaban bajas y derruidas, el polvo cubría el suelo y apenas se distinguía de algunos restos de tonner derramados, una familia de ratas grises yacían muertas de desilusión en la vereda, las paredes eran frías y carecían de cualquier resto de graffiti o muestra expresiva, del tipo que fuera.
Solo escapaba al manto de polvo uniforme y mortuorio un destello en los ojos de los dos personajes, un destello de color ámbar levemente verdoso que iluminaba las miradas con un atizbo de alegría y de esperanza; la esperanza de quien ha conocido un universo de colores y utopías, de juegos, magia e ilusiones.
Durante muchos años, el abuelo le relató a su nieto historias fabulosas y emocionantes que lo mantuvieron a su lado, con vida, con los que sueñan, esos que son capaces de transmitir el mensaje y entusiasmar hasta los más grises, de despertar el fuego de entre las cenizas que lo cubren todo.
-“Abuelo: ¿ por qué el Empeador Julio César Falcioni nos prohibió a los niños jugar a las escondidas?
-“Lo que pasa Angelito… (suspira) es que jugar a las escondidas…(suspira nuevamente), es divertido…y eso no es rentable. Además, ya no quedan niños con quien jugar, todos trabajan en fábricas de cadenas reforzadas.
El niño se levantó, apoyó un instante su palma sobre la espalda de su abuelo y en un descuido de este, le robó con picardía la pelota de fútbol que retenía bajo su pié; la llevó con destreza por entre latas de acero arrumbadas hasta el gran paredón que los enfrentaba, al que su abuelo Ángel miraba de reojo durante toda la charla.
Entonces el niño comenzó la única rutina que tenía en la vida: pegarle con la cara interna de su zurda prometedora, estrellando la pelota contra el paredón y haciendo caer la espesa capa de polvo gris e inerte que la cubría cada día como consecuencia de las emisiones planificadas de la autoridad central.
Bajo el manto gris asomó un graffiti, desprolijo y lleno de pasión:
“El fútbol es alegría, o no es nada” Cappa
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Esa! qué grande! gracias!!
Quien escribe en este blog?, APO?
cuando leo este post imagino la voz de APO, que feo por dios!, lo peor que dio el futbol para todos. Abrazo de gol.
La alegría del pueblo.
Si en vez de chillar, se leyeran los tags….